El nocturno vaho porteño
que empaña mentes claras
en cordura diurna;
trasposición neuronal
de la mano de la luna.
El cansancio de la escala larga,
de la empinada calle obligada;
abrir los ojos a lo real,
que no se va,
que sólo se cubre con el velo
encandilante del día,
de la rutina.
Espérame,
corramos y persigamos
el nocturno vaho porteño,
al encuentro,
con los perros callejeros.
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